LAS MONTAÑAS, LAS PERSONAS Y EL ESPÍRITU
Montserrat Ruiz, MIESES Global
Mi nombre me identifica con la montaña sagrada de Cataluña, Montserrat. Cada año la visito para dar gracias y acercar mi mente y mi espíritu en plena naturaleza a la maravilla del universo, al más allá. Subir a las cimas de las montañas ha sido para mí un continuo reto que necesito tanto como actividad física como para encontrar paz y significado a mi vida, dedicada profesionalmente a la Seguridad, la Salud y el Bienestar de las personas trabajadoras.
La vivencia que hoy quiero contar empieza en esta montaña a la que estoy subiendo, cuando de repente suena mi móvil, recibo un mensaje. ¿Quién será?, lo leo y empiezo a sentir un escalofrío y como mis lágrimas van cayendo; la yaya! la yaya Carme se ha ido y ya no estará más, su luz se ha apagado de vuelta al universo. De repente un perro de color blanco me acaricia la pierna. Ha sido ella, lo siento, me da su cariño desde el otro lado.
No he podido despedirme, ¿por qué no me han avisado? Empiezo a entender, ¿mi madre, tal vez para hacerme daño?, por qué no me avisó que mi abuela había caído, solo me comunica su muerte. Alzo la vista, enfrente veo mi montaña, Montserrat, que mi yaya adoraba, recuerdo que cada año me pedía que la llevara a visitar a la virgen.
Mi Schatz está a mi lado, me abraza, me intuye, y me lleva a mi montaña para despedirla. Subo a la iglesia y al llega al altar beso a la virgen y le enciendo una vela para que su alma se eleve. Así la despido, con todo mi amor y cariño, recordando los momentos de niñez junto ella.
Siguen los días, y todavía siento el dolor de no haber podido despedirme de ella. Sigo con mis rutas de senderismo, y subiendo hacia un castillo me pierdo, estoy desorientada y de la nada sale un perro blanco, ¿será mi abuela de nuevo?, su dueño lo está llamando, él me mira y con su mirada me indica que lo siga. Lo hago, y por fin llego arriba y de nuevo encuentro el camino, estoy a salvo. El perro, antes de irse, se queda quieto, me acerco y lleva una placa, se llama “iluminación”, ¿será otra señal que ella me envía?
El tiempo transcurre y la tristeza por no haber podido despedirme sigue en mí, no pude darle un beso, un abrazo, un te quiero. Ese verano viajo a Marruecos para subir a la montaña más alta de la cordillera del Altas, el Toubkal, 4167 metros de altura. Después de dos días de ruta, la última noche salimos del refugio a las 4 de la madrugada junto a nuestro guía, que sube a nuestro lado sin ninguna protección en los pies, ni con ropa especial para montaña. Las condiciones laborales son muy duras, las personas trabajan con lo puesto más de 16 horas sin descanso, solo les empuja para sobrevivir su fe en los dioses y en el más allá. Mientras estamos subiendo al Toubkal, en medio de la oscuridad con el cielo lleno de estrellas, sintiendo el frío y el viento en nuestro rostro, de repente nuestro guía se para y nos pide permiso para rezar. Entre ese silencio se empieza a oír su voz, orando, y se suman otras voces de rezo que juntas crean una frecuencia sobrenatural. En ese momento experimento una emoción de respeto y admiración por ese instante, y me siento afortunada, las personas que viven en esta zona lo hacen en unas condiciones muy precarias, y aun así dan las gracias al universo. Seguimos subiendo, y a pesar del esfuerzo, casi llegando a la cima, empiezo a emocionarme, el sol está saliendo, y por fin llego a lo más alto de la montaña, llorando, abrumada por tanta belleza.
Tras tantas emociones me siento en el suelo, para disfrutar de las vistas, y de pronto, de la nada, a más de 4000 metros de altura, se acerca un perro blanco, ¿cómo ha llegado aquí, de dónde viene? Es mi abuela, lo sé, de nuevo se manifiesta, lo acaricio y no puedo contener las lágrimas, ha venido a avisarme que todo irá bien, que ella me protege, aunque todavía yo no sabía de qué…
Después de alcanzar la cima, seguimos nuestra ruta hasta Ouarzazate. Esa misma noche, a las 23.00h llegamos a la habitación del hotel y de repente se oye un gran ruido, y todo empieza a temblar, ¿qué está pasando?.. Un terremoto, el más fuerte en 120 años en Marruecos, 2900 muertos y 2500 personas heridas. Nosotros por suerte estamos bien. ¿Ha sido ella?, sí, nos ha protegido, lo sé.
Regreso a Barcelona un tanto perpleja y emocionada por lo vivido y me llega casualmente la información de una señora que es capaz de conectar con personas fallecidas, ¿será verdad? Contacto con ella por el Whatsapp, ¿no puede ser? ¿Es cierto? La foto de su contacto es también un perro blanco, me quedo de piedra. Siento que me urge hablar con ella.
Finalmente, pude conectar con el alma de mi abuela a través de los dones de esa mujer, y llegó la esperada despedida. Recordamos momentos vividos con mi abuela muy personales y que nadie más podía saber. Me dice que se marchó feliz, y que viva la vida sin miedo, que no necesito nada más que a mí misma: “No necessites a ningú Montserrat, viu sense por, segueix el teu camí” (No necesitas a nadie Montserrat, vive sin miedo, sigue tu camino”)
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