Entrevista de Xavier Garcia Pujades, escritor y periodista, socio de MIESES Global,  al filósofo y teólogo, de origen indocatalán, Raimon Panikkar

Entré en contacto con el profesor Raimon Panikkar i Alemany (Barcelona, ​​1918 – Tavertet, 2012) en septiembre de 1985, tres años después de que se instalara en Tavertet (Osona), en el corazón de las Guilleries, abocado a los acantilados de Sau, desde donde ha continuado produciendo y difundiendo pensamiento y se han ido conformando muy diversas acciones en torno a la Fundación Vivárium, que Panikkar creó en 1988 junto a un pequeño núcleo de colaboradores.

La participación de Panikkar en el Parlamento de las Religiones, colocado con calzador en el Fórum Barcelona 2004, proviene de una vida de investigación en todos los campos del saber, en los que ha intentado tender puentes entre países, culturas y religiones, por más alejados geográficamente que estén, convencido de la unicidad real y sagrada que las integra.

Su llegada a Cataluña en 1982 –retornando a su tierra natal–, después de haber rodado por el mundo como estudiante y enseñante de teología, antropología y filosofía –y otras materias, porque también es ingeniero y químico–, en universidades de India, Alemania y Estados Unidos, fue provechosa para la cultura catalana porque le aportó un soplo de profundidad espiritual, digamos trans e intercontinental, ligado a los grandes dilemas del mundo moderno: de la ecología a las religiones, de la tecnología al poder absoluto, de la guerra devastadora a la falsa paz resultante, etc.

UN AISLAMIENTO NO AISLADO

Desde Tavertet, en un aislamiento no aislado, su hervor mental indocatalán (Oriente-Occidente) se proyectó sobre Cataluña, en un momento histórico de inicio democrático en el que tantas expectativas de cambio real quedaron frustradas. Un pequeño grupo de espíritus inquietos, reunidos en torno al Centro de Estudios Joan Bardina (Agustí Chalaux, Luis M. Xirinacs, Martí Olivella, Luis M. Sunyer, Oriol Albó, Jesús Lizano, Jaume Sisterna, Agustí Nicolau, entre tantos) , en torno al Centro para la Innovación Social Ecoconcern, en torno a la revista Via Fora!, del grupo cultural Enllaç, además de las personas congregadas en los debates de la Fundación Vivárium, en Tavertet, le apoyaron, tratando de ser «interlocutores personales aquí», tal y como Panikkar pedía el 4 de agosto de 1982, apenas instalado, en una entrevista en el diario Avui.

Un tiempo después, en los años 1988-1990, sus libros traducidos a las principales lenguas del mundo, empezaron a interesar a las editoriales catalanas (62, Empúries, Proa, Pórtico), y así es como su nombre se amplió más allá del reducido círculo de los expertos en materias consideradas normalmente como muy especializadas, generalmente abstrusas y con frecuencia de difícil digestión mental. Además de aquella conversación inicial de hace casi treinta años, asistí varias veces –normalmente los primeros sábados de cada mes– a los debates que Vivárium organizaba a su alrededor sobre cuestiones bastante diversas que Panikkar se encargaba de situar y el resto de asistentes completaba, en el supuesto de que hubiera alguien –pocos– que atara un sofrito intelectual tan variado de procedencias como el que presentaba el admirado profesor.

Y es que veinte años antes del Foro Universal de las Culturas, puedo decir –entre el centenar largo de personas que nos encontrábamos en Tavertet– que aquellos concilios, pequeños en número pero grandes en densidad neuronal, fueron el primer foro global –y gratuito!– que nos enseñó a pensar y a actuar de cara a la nueva temporada que los propios patrocinadores del Foro oficial ya estaban preparando.

LA «BIENAVENTURADA SENCILLEZ» DE LAS ALTAS PALABRAS

En medio del silencio arbolado de Tavertet, al lado mismo de los peñascos de Sau, escuché sus palabras como quien oye un oráculo. Ya en la mencionada entrevista al Avui, que le hizo Mercè Ibarz en el verano de 1982, Panikkar aportaba, más allá de las contingencias humanas y políticas «de baratija», algunas intenciones sobre el camino filosófico y espiritual que la humanidad del inmediato futuro debería emprender si quería sobrevivir y, sobre todo, si quería construir un reino de paz y justicia. De este modo, por ejemplo, como un varapalo, desafiando ideologías y filosofías de la historia, soltaba la siguiente frase: Estamos asistiendo al fin del hombre histórico para dar paso, como parecen decirnos ahora los movimientos alternativos, al hombre transhistórico, el del presente, que debe comportar un nuevo grado de conciencia. 

Quienes aquellos años intentábamos articular un pensamiento ecológico, atento al presente de Cataluña, encontramos en Panikkar un catalán maternal con experiencia mundial, el aliado «local» que años antes habíamos tenido que ir a buscar fuera, en los círculos en que también se movía el ilustre profesor. Sus continuadas reflexiones, divulgadas en multitud de artículos y de libros, sobre las grandes cuestiones, de ahora y de siempre, como cultura, naturaleza, religión, ciencia, tecnología, economía o política…, ayudaron a liberarnos en la dimensión humana, cultural y religiosa, constitutiva de los orígenes. Así, durante todos estos años en Cataluña, a través de sus conferencias y textos, hemos podido familiarizarnos con una terminología cultural de síntesis –fruto de un amplio conocimiento de las tradiciones de Oriente y Occidente– que nos hablan , por ejemplo, de la necesidad del «diálogo dialogal», de la constitución «cosmoteándrica» de la realidad, de la «secularidad sagrada», de la «bienaventurada sencillez», de la formación del «monje moderno» como nuevo arquetipo universal , del «ecumenismo ecuménico», de la «conciencia transhistórica», de la «tempiternidad» (como fusión superadora y vivida de los conceptos antagónicos de «tiempo» y «eternidad»), y, en fin, de la «inconsciencia de la modernidad tecnológica» que permite, por ejemplo, la ruptura del átomo, lo que para Raimon Panikkar es un «aborto cósmico».

Aunque todo tiene un principio y un final, con Panikkar no sabes por dónde empezar y no sabes dónde acabará. De modo que, inicialmente, quería hacerle hablar, yendo por partes, del hecho religioso, cultural, tecnológico o político, pero intuyendo que me respondería con la interdependencia de todo, le pregunté qué cosmovisión define mejor el estado del hombre en el planeta. Y me dijo: No tenemos ninguna cosmovisión o cosmología en estos momentos para fundamentar el estado de cosas actual. Las cosmovisiones de Ptolomeo, Copérnico, Newton y Einstein ya no funcionan y los hallazgos científicos no hacen más que confirmarlo. La gran crisis es que no hay una visión del mundo, sino muchas, pero ninguna en el sentido de globalidad. La cosmología tradicional está en crisis y la del mundo occidental, en concreto, se desmenuza desde dentro y desde fuera. Ni espacio ni tiempo pueden ser definidos con parámetros de probabilidad y, por si fuera poco –y debido a la tendencia inercial–, este mundo se aboca irremisiblemente a destruirse a sí mismo. Ésta es la causa más importante de la actual desorientación.

LAS PALABRAS APROPIADAS

A continuación, a propósito de la polémica entre globalistas/teóricos y localistas/concretos, me deshizo la madeja lingüística de esta manera: Yo critico a los pragmatistas porque no tienen en cuenta la polaridad entre lo Urgente y lo Importante. Hay, además, una distinción por hacer entre lo Universal y lo Concreto, que es de todo otro cariz que la dualidad entre lo General y lo Abstracto. Lo Universal sólo puede serlo si se encarna en lo Concreto. Se trata de saber compaginarlos y saber encontrar lo Universal en lo Concreto. Que es Cataluña, el pueblo, su simbología encarnada, la lengua, el territorio, etc. En este sentido, el escenario de toda lengua viva es dialectal, es decir, habla hablando. La no asunción de este hecho hace que se capte, en cualquier lengua, el imperialismo lingüístico que generan los centros de poder. Todo esto es por decirte que la división cartesiana entre globalidad y singularidad es un falso problema, porque no se puede aplicar a lo vivo y no se puede resolver sólo yendo a las partes, porque éstas están constitutivamente ligadas al todo.

 Me manifestó, después, que estaba por un «pluralismo radical», que la «globalidad» es imposible, porque «nadie representa la totalidad de la experiencia humana» y que, en este contexto, lo que salta a pedazos es el racionalismo, porque sólo con la sola teoría no podemos resolver el problema humano, mientras que la polaridad teoría/praxis no es dialéctica, sino dialógica, es decir, que implica el amor. Después de unas gotas de infusión, que Panikkar me ofreció para echar abajo aquel carrusel verbal, le planteé la posibilidad del aburrimiento del hombre occidental, simultaneado por tantas novedades objetuales, con el tiempo y la vida tan fragmentados y acelerados.

Hay otras formas del vivir humano donde el aburrimiento no cuenta. Éste es el secreto del ritmo, que siempre es diferente y es el mismo. Quiero decir que la vida del espíritu no es monótona, y que sólo le ocurre cuando en el siglo XVII comienza la llamada «uniformidad de las leyes naturales». Hay culturas que no están basadas, como está la occidental, sobre el criterio de repetibilidad, que en el mundo de la ciencia es ley. El hombre se aburre cuando pone su ilusión en lo medible, pero cuando la creatividad, la fantasía, la imaginación y la vida dejan de ser esclavos del espacio newtoniano y del tiempo lineal, entonces el hombre piensa y siente y no sólo calcula o recuerda, y entonces no se aburre.

Abordamos el diálogo Oriente-Occidente, y me comentó la occidentalización de Oriente, pero también el fenómeno inverso, si bien el drama es que Oriente se occidentaliza con los defectos y no con las virtudes de Occidente. La causa radica en que existe una invasión chapucera por parte del complejo tecnocrático en todo el mundo, producida por un dinamismo intrínseco a la tecnología contemporánea, que necesita la complicidad de las élites de este mundo, que hacen miserable al 80% de la población y sólo hacen posible el progreso material en el 20% restante.

 EMANCIPARSE DE LA TECNOLOGÍA

Apenas se había referido a la «tecnología contemporánea» y quise que ampliara su discurso, tan rico al respecto. Y añadió:Aquí existe una enorme responsabilidad para filósofos e intelectuales, en el sentido de que ahora empieza a verse claro lo que implícitamente antes ya estaba. Creo que es necesario realizar un doble proceso de redención de la Historia, a nivel teológico, y de emancipación de la tecnología, a nivel técnico. La cosa no es fácil, porque el DDT de la Razón ha eliminado toda cosmovisión que no se explica en parámetros racionales. 

Se acercaba el Once de Septiembre de ese año 1985 e intenté hacerle sacar su hígado de catalán universal, con la cuestión del Estado. Me dijo:Yo creo que no ser Estado es una gran ventaja para Catalunya, como para España lo sería que se hubiera hecho independiente de ambos bloques. Si sólo nos quedamos en la euforia de catalanes y demócratas, si damos por buenos los chips y Dallas en catalán, es decir, si sólo quedamos esclavos de la tecnología, entonces seremos usufructuarios, pero nunca creadores. Hay que jugar honestamente el juego, pero no aceptar sus reglas actuales, porque las instituciones, que son medios de autoridad propia, pasan fácilmente a ser baluartes de poder, y éste es un abuso de fuerza que se inflige a los demás, a nosotros.

 Hablamos después del diálogo intercultural, de la Teología de la Liberación, del futuro del cristianismo o, simplemente, de la futura religiosidad humana, ligada por las espiritualidades existentes. Mientras, entre risas y momentos de severidad existencial, las luces del atardecer empezaron a rondar por las hondonadas de Sau. Fueron unas  tres horas en las que Panikkar me abocó su verdad, vivida entre los libros y en medio de los océanos de la vida. Para mí, fue un despertar. Desde entonces fui siguiendo la peregrinación de este bandolero del espíritu, que también me dijo, con lapidaria sentencia, que lo único que debemos hacer es poner las velas y dejar que el viento sople. El viento que nos empuja nos ha hecho encontrar en varias ocasiones, y recuerdo, antes de conocerlo, la nota de coraje que me hizo llegar en 1983 que publiqué el libro “Supervivènvia 2000”. Durante todo este tiempo, su nombre se me ha hecho presente en innumerables papeles (en las revistas Interculture, del Instituto Interculturel de Montreal (gracias a Agustí Coll), en Via Fora!, en el Avui o durante el Sermón por la Virgen de la Ecología, en Gallifa, en el Santuario que anima a mosén Dalmau, etcétera).

Hemos podido ver su sonrisa catalanohindú en las apariciones televisivas y escuchar su voz –cortando como un espasino, rota a menudo por la emoción verdadera de lo que expresaba– en los programas de Catalunya Ràdio, donde desde esas mismas alturas de Tavertet respondía a lo que Antoni Bassas le preguntaba desde el alcantarillado barcelonés. La última vez que le vi en persona –en junio de 2000, cuando le fue otorgada la Creu de Sant Jordi– ya tenía 82 años, pero ninguna pesadez material, más llama viva que nunca, arraigada y voleando por el cielo de su Barcelona natal.

Xavier García Pujades, escritor y periodista, socio de MIESES Global