Yolanda Gómez López, MIESES Global

 Este artículo reflexiona sobre la necesidad de encontrar el verdadero significado en la mejora de las condiciones de trabajo de las personas; tarea nada fácil ante la limitada cultura preventiva y las duras circunstancias en las que tienen que desenvolverse muchos profesionales en este campo. Sólo sintiendo la profesión como vocación, con generosidad, espíritu abierto y visión holística al servicio de las personas y las organizaciones se pueden encontrar luces en el camino de una prevención transformadora. Tales han sido algunas vivencias personales que quiero compartir con vosotros.

 Hace quince años que me dedico a la SST imagino que como muchas personas, llegué a este campo profesional por un conjunto de hechos más propios del azar que de una búsqueda consciente. Las propias circunstancias que nos acontecen en la vida van determinando decisiones que luego al analizarlas retrospectivamente descubres que fueron claves para llegar donde ahora estamos.

Nunca tuve claro lo que quería estudiar, había tantas cosas que me interesaban que las iba experimentando en cada actividad nueva que se cruzaba en mi camino.  Pasé sin pena ni gloria la enseñanza primaria. En el Instituto de bachillerato todo transcurrió con escasa motivación, y no lo aprobé. Tuve que hacer un curso puente para estudiar el módulo de grado superior. Al margen de los estudios reglados, me saqué  el certificado de manipuladora de alimentos,  junto con una amiga del bachillerato que me animó. Y con ella nos fuimos luego a trabajar a una cadena de restauración de comida rápida.  En aquellas fechas, la Ley de PRL llevaba poco tiempo aprobada y por lo que constaté, muy poco integrada en las empresas.

En aquel primer trabajo, he de reconocer que no recibí formación preventiva alguna, aunque sí me realizaron un reconocimiento médico. Pensé que se trataba para comprobar si consumía drogas; no era este el motivo.  A los quince días de ser contratada sufrí un grave accidente de trabajo limpiando una freidora en caliente. Me encomendaron retirar el recipiente de 25l de aceite muy caliente, y  al no tener la debida formación para esa tarea no pude detectar que estaba  mal colocado y entrañaba un mayor peligro del que cabía esperar.

Mis jóvenes  compañeros, inconscientes del riesgo que ello suponía, me pusieron hielo en las quemaduras y aún me quemé más. Pasé mes y medio de baja, y sin cobrar. La empresa me dijo que cobraría cuando me dieran el alta. Mi padre tuvo que resolverlo con una llamada telefónica. Al incorporarme de nuevo al trabajo con alta médica, dictaminada sin secuelas, ese mismo día me encomendaron de nuevo volver a limpiar la freidora, a lo que me negué. Dejé el trabajo al finalizar el contrato. No quise renovarlo, quedé traumatizada con el aceite caliente y hasta dejé de comer fritos durante mucho tiempo.

Gracias al asesoramiento del sindicato CC.OO. se pudo detectar que sí se habían producido secuelas en mi accidente que requirieron intervención quirúrgica y posterior valoración médica. Como mi tobillo era de una simple trabajadora de hostelería, aunque mis cicatrices fueran considerables, imagino por ello que la valoración médica reflejó que el daño era insignificante.

Tomé conciencia que debía estudiar si quería salir de empleos de baja cualificación. Me gustan los números y decidí estudiar Ciencias Empresariales en la rama financiera, aunque las asignaturas no me cautivaron especialmente. Fue en el tercer año que apareció Jesús, el profesor de la asignatura de PRL, para muchos una “maría”, que detectó mis aptitudes y me recomendó estudiar el Máster de PRL en el INSST en Barcelona, que estaba desarrollando una formación integral en cooperación con tres universidades públicas relevantes. Fue una oportunidad única haberme formado con un gran equipo de especialistas. Terminé feliz y orgullosa de mis logros, que eran insospechados unos años antes. Tengo que destacar que la constancia y la motivación es la base para conseguir cualquier reto que te plantees. Os ánimo a que tengáis un objetivo claro y lo convirtáis en hábito, os aseguro que os dará la mayor de vuestras satisfacciones. En aquel momento preparé mi Currículum con gran esmero y estuve unos meses en búsqueda de trabajo sin dejar de distraerme y estar bien despierta.

Mi primer trabajo tras el Master fue en una parada ambulante vendiendo quemadores de incienso imitando estufas antiguas. De algo había que vivir; por cierto, vendí muchas. Ese trabajo me duró poco. A los pocos días me llamó una empresa para entrevistarme y tuve que buscar un feriante que me sustituyera. Conseguí mi primer trabajo en PRL en una empresa de limpiezas especiales. Ahí estuve tres meses, la mayor parte del tiempo haciendo tareas administrativas. Para mi sorpresa, contactó conmigo un SPA, recomendada por un profesor del INSST y me contrataron en prácticas.  Así, a los 4 meses obtuve mi primer contrato real en este campo. Fueron seis años de aprendizaje permanente y de gran esfuerzo con múltiples actividades provechosas. Pronto descubrí que siempre hay algún espabilado que se aprovecha de la inocencia y poca experiencia de los otros. Salí un tanto cansada de la PRL, aunque la actividad estuviera por entonces aflorando en nuestro país.

Mi siguiente trabajo, tal vez escapando de la PRL, fue de coordinadora de un centro de formación de equipos de manutención. Tuve afortunadamente un buen jefe del que aprendí muchísimo. Fueron casi cuatro años. La empresa se vendió y podría haber continuado en ella, pero la vocación preventiva volvió a mí porque seguía creyendo en ella y me sentía atraída. Así me incorporé a un SPA a través de mi perfil de Linkedin.

He de reconocer que un SPA es una buena forma de conocer empresas de diferentes sectores, descubrir sus factores de éxito y fracaso y enriquecer tu visión en campo para ayudar a las organizaciones a evolucionar, siempre que ellas muestren el debido interés.  Tres años fueron suficientes en tal empeño y tomar consciencia de que quería que mi futuro fuera diferente, quería sentirme más útil y me sentía preparada para ello. Siempre tuve la ilusión de trabajar en una empresa en la que pudiera desarrollar una PRL efectiva y transformadora. Entonces, una nueva puerta se abrió.

Hoy formo parte de un SPP de una importante organización, que fue constituido hace cuatro años, con voluntad clara y el apoyo de la dirección para desarrollar una prevención efectiva. Llevo 8 meses analizando en profundidad la manera de trabajar y los diferentes procesos clave de la empresa. Hemos de conocer bien el contexto en el que desenvolverse para luego poder intervenir con éxito. Comprobé que se disponía de un conjunto de procedimientos encaminados a integrar la prevención en la cultura de la empresa y sobre el papel, cabe decir que la prevención cumple lo que establece la legislación.

Mi percepción es que, a pesar de la voluntad explícita de la dirección de integrar la prevención en la gestión empresarial, su efectividad resulta insuficiente. El SP es aún quien está asumiendo el rol protagónico preventivo en detrimento de las funciones de la estructura.  Las actividades preventivas eran consideradas aún meras obligaciones. No obstante, hay conciencia colectiva ante determinados riesgos importantes y se adoptan las  medidas oportunas. La Inspección de Trabajo facilita el proceso con campañas e inspecciones periódicas para avanzar con más fuerza en determinadas situaciones.

Este corto periodo de tiempo me ha permitido conocer el escenario complejo en el que se desenvuelve la Prevención en una organización, supeditada en la mayoría de ocasiones a exigencias de productividad, económicas y de tiempos, que la dejan en un segundo término. Pero en este contexto, no fácil de intervenir con fuerza, he descubierto cuanto valoran las personas nuestra cercanía, y sobre todo, nuestra capacidad de generar diálogo y confianza entre todos los miembros de la organización para encontrar juntos soluciones a necesidades, resolver inquietudes y aportar soluciones a problemas que van surgiendo. En ese proceso de diálogo tenemos que incluir también a clientes que nos aportan ideas de mejora y a proveedores de productos y servicios. Integrar la prevención debería ser algo natural para que todas las personas con las que interactuamos se sientan partícipes del proceso preventivo y encuentren significado, sentido a su trabajo. Ese ir más allá de lo exigido reglamentariamente para crear, no sólo entornos más seguros, sino también más eficientes, productivos y saludables, es donde está el secreto de la prevención generadora de valor que propugnamos. Podría contar muchas vivencias en las que he podido impulsar procesos de cambios sustanciales con la implicación de las partes interesadas y que lleguen a sentir que el esfuerzo valió la pena y el éxito fue de todos.

Una situación en la que pude dar una vuelta de tuerca a la PRL fue en la coordinación de actividades empresariales al poner en funcionamiento un nuevo centro. Estaban todos los implicados, incluido el Recurso Preventivo para vigilar aquellos actos imprudentes que pudieran acontecer. Se habían hecho las visitas necesarias y definido todo lo que cada uno debía realizar. Pero aun así, faltaba el necesario diálogo entre todas las partes para que entendieran y ligaran con rigor todos sus aportes en cada momento. Así se  consiguió, además de concienciar, implantar un sistema de cooperación y comunicación ágil y efectivo para asegurar un trabajo excelente con la máxima seguridad y rapidez.

También quiero destacar la importancia del Plan de acogida a nuevos empleados. Había buena voluntad y la formación de dos horas sobre PRL, tal como marca la legislación era en principio aceptable. Pero me di cuenta que era necesario mejorar la documentación a entregar y aprovechar este momento clave para transmitir un información más rica y estimulante para que las personas descubran los valores de la empresa y el significado de la acción preventiva para ser buenos profesionales.

El conjunto de actividades preventivas (revisiones periódicas, reuniones frecuentes de planificación y control, de coordinación empresarial, análisis de incidentes, etc.) son verdaderas oportunidades para innovar y generar un cambio cultural necesario en el que las personas sientan que son  protagonistas y están en el corazón de la empresa responsable. Porque en el fondo, de su implicación y compromiso, de que las personas encuentren sentido en sus actos en un entorno de afectividad, depende el éxito de la organización.

Yolanda Gómez López, es Diplomada en Ciencias Empresariales; Máster en PRL por la Universidad de Barcelona, Universidad Pompeu Fabra y Universidad Politécnica de Cataluña, con el aval del INSST; actualmente es miembro de un SPP de una cadena comercial de una multinacional de productos alimentarios; está asociada a MIESES Global.