Sobre Mario Gaviria, traducción al castellano del libro en catalán “Heterodoxos europeus. 25 biografies de la consciència ecològica del segle XX”, de Xavier Garcia (Pagès editors, Lleida, 2014).

Sociólogo y profesor de diversas universidades españolas y norteamericanas, Mario Gaviria Labarta nació en Cortes (Navarra) el año 1938 y falleció en Zaragoza, el 2018. Desde los inicios de los años 70 del siglo XX, con sus artículos en las revistas Andalán (Zaragoza) y Triunfo (Madrid), se convirtió, sin duda – al lado del murciano Pedro Costa Morata y del vasco José Allende-, en un pionero del futuro ecologismo español que empezaba a concretarse.

Crítico radical del sistema socioeconómico del desarrollismo que el franquismo y las multinacionales europeas y norteamericanas implantaron por toda España, Gaviria fue el primero en denunciar la imposición nuclear, la política hidrológica de los trasvases y una “ordenación del territorio” favorable al capital y a los grandes productores de energía. A través de una larga producción escrita analizó estas cuestiones, con todas las derivadas sociales que comporta.

Compartiendo estos objetivos, un día u otro tenía que conocerle. Debía ser en septiembre de 1977, en los bosques de Cercedilla, en la madrileña Sierra del Guadarrama, donde un grupo amplio de jóvenes españoles se reunía para iniciar la llamada Federación Española del Movimiento Ecologista. Más allá del clásico sentimiento antifranquista de los años sesenta, que giraba básicamente alrededor del Partido Comunista, en Cercedilla había representadas las nuevas tribus hispánicas, disconformes con el Nuevo Régimen que se instauraba – después de la muerte de Franco- en un Sistema consistente en justificar la nueva ola de crecimiento capitalista detrás del gran escaparate pactado de la democracia.

Bajo los altos abetos de la Sierra, mi colega Santiago Vilanova y yo debíamos conocer, junto a Gaviria, a Costa Morata y a Allende, también al sociólogo valenciano Josep Vicent Marquès y al arquitecto tortosino Salvador Tarragó (que venía de sus campañas contra la Autopista del Atlántíco, en Galicia) y, en fin, a los que llegaban de Madrid o de Andalucía, de Aragón y de las dos Castillas.

Aquello fue un momento inicial expectante: no queríamos estar solos contra todos, pero, de hecho, nos pusieron en contra de la gran mayoría, entre la hostilidad de los nacientes poderes públicos “democráticos” y la indiferencia –una mezcla de sorpresa, temor e ignorancia- de buena parte de la población, excepto, naturalmente, de aquella –cada vez más numerosa- que era afectada directamente por el modelo social y económico que impugnábamos.

Mario Gaviria –estudiante en Londres y Estrasburgo, profesor en las universidades de Madrid y de Pensilvania (en el Byrn Mawr College, de donde era profesor también el filósofo catalán exiliado, Josep Ferrater Mora)- sabía ya, de tiempo atrás, de impugnaciones, análisis y luchas sociales, de textos de combate y de formas alternativas de acción para superar, al lado del pueblo, la omnipotente presencia económica, administrativa y militar del Estado. Lo había demostrado, a finales de los años sesenta, en la Escuela Crítica de Sociología, en Madrid, donde fundó el Seminario de Sociología Urbana, Rural y del Ocio, donde participaron más de trescientos investigadores.

Un bisturí de análisis libertario

Sus investigaciones iniciales –muchas de las cuales escritas y publicadas en equipo- ya delataban el contenido rupturista respecto a la sociología del progreso, adorada por las derechas y las izquierdas habituales. Las contradicciones que el “desarrollismo español” empezaban a generar fueron diseccionadas con su bisturí libertario, comunal y humanista, y de este modo sus lectores fueron comprendiendo que aquella España rutilante de la modernidad industrial, el turismo y el “desarrollo económico” escondía profundas desigualdades, iniciaba el camino de una crisis ecológica de consecuencias imprevisibles e hipotecaba el futuro social en manos de una casta dirigente que se perpetuaba en las estructuras del Estado.

Sus trabajos iniciales, de 1968 a 1974, sobre los nuevos barrios madrileños, el turismo charter, desmitificando el “desarrollo regional” y la “ordenación del territorio, demuestran el carácter pionero de una nueva generación de analistas de la realidad que pronto se desencantó de la economía política instaurada por el capitalismo norteamericano después de la Segunda Guerra Mundial.

También, al final del franquismo, en 1972, y después de analizar los proyectos oficiales de construir tres centrales nucleares en Aragón (Chalamera, Sástago y Escatrón), y dos más en Cataluña (Ascó), así como el anteproyecto de trasvase de aguas del Ebro hacia Barcelona y la costa valenciana, Gaviria se compromete todavía más con esta cuenca fluvial de la que es hijo.

La aparición de estos proyectos de los últimos gobiernos de Franco –bien asesorados por la gran banca americana y el Banco Mundial- confirma su intuición inicial: a pesar de la futura democracia anunciada, el autoritarismo del poder del Estado y la necesidad expansiva de acumulación del nuevo capitalismo hipertecnológico quedarán prácticamente intactos, decidiendo y orientando a placer sus estrategias.

De Aragón a todo el valle del Ebro

Es así como -y de manera parecida a como se estructuró el combate popular que paró el proyecto del Plan Hidrológico del PP, el año 2000-, treinta años antes –y en las difíciles condiciones del final de la Dictadura y del primer transfranquismo-, Mario Gaviria y un amplio grupo de militantes sociales de la izquierda aragonesa (entre los cuales Artemio Baigorri, José Luís Fandos, José Antonio Labordeta, Emilio Gastón, José Ramon Marcuello, Eloy Fernández Clemente, etc., que en 1972 habían fundado el semanario Andalán) se embarcan, de 1974 a 1976, en un gran proyecto de debate territorial colectivo, en el que participaron unos seis cientos representantes de todos los estamentos sociales y que dio como resultado el extenso Informe El Bajo Aragón expoliado. Recursos naturales y autonomía regional, editado en febrero de 1977 y que es un alegato en toda regla contra las empresas eléctricas, privadas o estatales, que han colonizado los recursos energéticos y naturales de Aragón.

Así, entre grandes manifestaciones, pero también con sesiones de estudio, asambleas y debates, la población aragonesa se hizo cargo global del expolio a que era sometida por el INI (Instituto Nacional de Industria), Endesa, Enher o Fecsa, y pudo ahorrarse las nucleares que estaban previstas sobre su suelo, a la vez que superaba también el expolio hidráulico del trasvase del Ebro.

De manera similar, pero con un debate territorial más amplio, afectando toda la cuenca del Ebro (de Cantabria a Catalunya, pasando por el País Vasco, Navarra, la Rioja i Aragón), Gaviria y sus colegas convocaron todas las bases sociales de estos territorios al IV Debate Campesino, animado  por la Asociación ARRE (Alternativas Radicales para la Ribera del Ebro) sobre “La gestión popular del agua en los pueblos de la cuenca del Ebro”, debate que se celebró en Zaragoza el 23 de diciembre de 1978 y que unos meses después se convirtió en un nuevo libro: Vivir del Ebro (Ed. Hórdago, Donostia, 1979).

En aquel volumen, Gaviria se mostraba partidario de construir un modelo social que calificaba de “sociedad amable”, en el sentido que “las verdaderas necesidades primarias de todos los ciudadanos  (que desde luego no es tener coche sino estar bien alimentado, vestido y resguardado) estén resueltas”. Enumeraba las “dificultades” para llegar ahí, que concretaba en un bien tan determinante como es el agua, que el Estado, a través de la nueva Ley de Aguas que presentaba, secuestraba para la agricultura y derivaba hacia la industria y el turismo.

La cuenca del Ebro, por tanto, fue analizada en su totalidad: del agua (regadíos, pantanos, trasvases, etc.) a la energía (hidroeléctricas, térmicas y nucleares) y de la agricultura a los consumos industriales, urbanos y turísticos. Toda esa fuerza social y de defensa de una economía ecológica que se expresó, fue una reserva de resistencia para los combates futuros que periódicamente se presentarían.

Papeles de combate

Prácticamente en el inicio de esta historia, un artículo de Mario Gaviria en la revista Triunfo (14-II-1974), titulado “Cuenca del Ebro: centrales nucleares y trasvase. Hacia una estrategia energética en España”, fue decisivo para que el futuro alcalde de Ascó, Joan Carranza (1979-1983) iniciase el motor antinuclear en este pequeño pueblo de la Ribera del Ebro y, por extensión, a toda Catalunya.

La experiencia acumulada de tantas luchas territoriales, analizando la “especialización” económica otorgada a cada territorio, condujo a Mario Gaviria a hacer el diagnóstico global de la situación española (en plena transición política del franquismo) en su importante libro Ecologismo y ordenación del territorio en España (Cuadernos para el Diálogo, 1976). En el prólogo que firmó en Pamplona, el marzo de 1976, ya enseñó las cartas desde el primer momento, anotando que se trataba de un “libro de combate, en que están reunidos dos largos años de investigación en teoría ecológica aplicada y de luchas ecológicas concretas en el marco del Estado español”, confirmando que el sentido de aquella acción iba destinada a “combatir el modo de producción capitalista, causante no solo de la explotación del hombre por el hombre y de la sociedad de clases, sino de la destrucción del entorno físico”.

Igualmente declaraba, con el radicalismo libertario de siempre, que “las luchas ecológicas son una variable de la lucha de clases”, aunque matizando, refiriéndose a los años setenta, que “la ecología es una contradicción secundaria en el seno del capitalismo”. Con el paso de los años, esta “contradicción” se ha agudizado hasta los límites que conocemos, pero también no es menos cierto que el “capitalismo” –con el aire suicida que le es propio- la está toreando bastante bien, naturalmente a costa de dejar miles de cadáveres humanos y ambientales en las cunetas de las flamantes autopistas del dinero.

El encuentro de nuestro Colectivo de Periodistas Ecologistas con Mario se produjo en aquellos primeros tiempos de la transición: él ya había conectado, en 1976, en Ginebra, con los intelectuales de su cuerda avanzada, la asociación ECOROPA (Acción Ecológica Europea) y, poco después, la representación española que él ostentaba la cedió gustosamente a nuestro compañero Santiago Vilanova, director de la revista ecologista Userda, y de esta manera el resto del equipo periodístico pudimos conocer la “nueva” inteligencia ecológica del viejo continente.

Su presencia en Catalunya

Cuando el debate y las movilizaciones sobre las centrales nucleares de Ascó estaban al rojo vivo –en 1977 y años posteriores-, Gaviria acudió diversas veces a Barcelona, y yo lo recuerdo, especialmente, en un coloquio en el Colegio de Aparejadores, en 1979, con el ecologista francés Brice Lalonde y el economista vasco José Allende y, después, en otras sesiones  en los colegios de ingenieros y arquitectos, donde asistían igualmente el dinámico duo de Ascó – Joan Carranza y el párroco Miquel Redorat-, con las consabidas confrontaciones épicas entre los nativos del Ebro, que recibían el apoyo de los ecologistas urbanos y de los resistentes rurales, y los representantes de aquella Generalitat “restaurada”, pero tan i tan “provisional”.

En 1981, Gaviria publicó El buen salvaje (Ed. El Viejo Topo), destinado a “urbanitas, campesinos y ecologistas varios”, donde daba a entender que la sufrida militancia radical tampoco debía sacrificar la vida en la lucha feroz contra el “Sistema”, sino que también se podía empezar a entorpecer inaugurando un  estilo de vida completamente antinormativo, en el más puro estilo de las colectividades anarquistas de todos los tiempos.

Ampliaba así –elogiando la pereza antiproductivista- el sentido tradicional de la “lucha de clases”, fundamentado en la violencia mutua, y el tiempo parece que le ha dado la razón: los actuales movimientos y textos sobre el “tiempo”, la comida, la movilidad y el trabajo lentos son, entre otros, seguramente, una de les mejores maneras de neutralizar la ferocidad del mismo Sistema.

   Xavier Garcia Pujades, Escritor, periodista y socio de MIESES Global