ENTREVISTA DEL PERIODISTA Y ESCRITOR XAVIER GARCIA AL ECONOMISTA GEOPOLÍTICO, SAMIR AMIN. Traducción al castellano de la entrevista realizada a uno de los personales clave que crearon la consciencia ecológica del siglo XXI.

El egipcio Samir Amin (Luxor, 1931- París 2018) forma parte de la generación de economistas que, a partir de 1960, renovaron el análisis marxista del sistema mundial capitalista. La mayoría provenía del Sur, de la llamada periferia del Sistema. Desde Dakar (Senegal) dirigió, de 1970 a 1980, el Instituto Africano de Desarrollo y Planificación, dependiente de la ONU y, desde entonces, la Oficina Africana del Foro del Tercer Mundo, asociación dedicada a la problemática del subdesarrollo. Samir Amin, que también ejerció la cátedra de Economía en la Universidad de Dakar, ha hecho relevantes aportaciones teóricas para despedazar la entraña del capitalismo y para ver, en cada momento histórico, las posibilidades de la llamada «transición al socialismo»: «El desarrollo desigual» (1973), «Imperialismo y desarrollo desigual» (1976) y «La desconexión para salir del sistema mundial» (1986), son algunos de sus libros más importantes.

Durante los años setenta, en el ejercicio de esa «profesión sanguinaria» que es el periodismo, según decía Pla, consideré indispensable –más allá de los enfrentamientos patrióticos que prodigaba el nacionalismo catalán– informarme de cómo iba realmente el mundo. Suponiendo que se llegue a saber nunca, me llegaron a mis manos una serie de papeles que se aproximaban. Hablo, por ejemplo, de la célebre revista Monthly Review, que desde Nueva York ya llevaba años elaborando un grupo de economistas disidentes, como Paul Swezzy, Paul Baran y Harry Magdoff, y en la que también escribía, desde las suyas lejanías de dátiles, camellos, desiertos y pirámides, el egipcio Samir Amin. En la edición en castellano de esta Monthly Review (Revista Mensual) –que empezó a salir en junio de 1977 (primeras elecciones en el Estado español), año y mes en el que salió, también, nuestro primer número de la revista Userda–, empecé a leer los artículos de Samir Amin sobre imperialismo, transición al socialismo, nuevo orden económico internacional, intercambio desigual, clases sociales en el sistema imperialista y lo que hiciera falta.

Aquellos papeles me hablaban del Centro y de la Periferia del Sistema unitario y desigual del capitalismo, del Norte rico y poderoso y del Sur empobrecido y económicamente dependiente, de la intervención del Estado y de las alianzas de clase que se daban para perpetuar el crecimiento y la acumulación dentro de este Sistema. Este “pisto” de conceptos lo procuré concretar en mi mundo cercano, y no me resultó muy difícil, por lo de los círculos concéntricos, ir observando cómo la multiplicación de centros «en todos los estados y países» (en el Estado español y en Cataluña, sin ir más lejos) generaba las correspondientes «delegaciones centrales» con las inevitables «periferias» y «sub periferias». La lectura de los textos periodísticos de Amin me llevó a sus libros, que fueron publicando en castellano, en Sigo XXI Editores, en Fontanella, en Anagrama o en Zero-ZYX, después de ser publicados en francés o en inglés. Junto a su nombre, también me fueron familiares los de otros intelectuales como Giovanni Arrighi, André Gunder Frank e Immanuel Wallerstein, con los que publicó “Dinámica de la crisis global” (1983) y, con Gunder Frank y Hosea Jaffe, “¿Cómo será 1984? Debate sobre la crisis y las tendencias actuales del capitalismo mundial” (1976).

EL MOLINO DE BARCELONA, PUNTO DE ENCUENTRO

Poco podía pensar que diez años después, en 1987, conocería personalmente a Samir Amin. El caso es que los llamados Hombres y Mujeres de Izquierda, un conjunto de «independientes» movidos por el PSC, para ver si resquebrajaban la hegemonía catalanista-convergente, organizaron en mayo de ese año su II Conferencia, destinada, en ese momento de apoteosis global tipo Reagan-Thatcher, a refrescar algunas ideas sobre el capitalismo en curso e invitaron a Samir Amin a exponerlas. Para que la presencia en Barcelona de un economista que criticaba sin rodeos al mundo capitalista no pasara del todo desapercibida, teniendo en cuenta que la información económica de los diarios barceloneses estaba prácticamente dominada por los partidarios de la Escuela de Chicago (Friedman y compañía), desde el Ayuntamiento de Barcelona me llamaron para pedirme que acompañara en su estancia a nuestra ciudad al ilustre disidente para informar de su conferencia y hacerle cuatro preguntas. Y así se hizo. La noche antes de su conferencia –y por lo de no entrar directamente en materia, que requería la atención de los cinco sentidos–, los Hombres y Mujeres de Izquierda tuvieron el buen pensamiento de invitar a Amin a un espectáculo de distensión dialéctica, y sobre todo muscular, tan apropiado como era El Molino, y allí, poco antes de que salieran en escena Tania Doris, Escamillo y toda la tropa, saludé al hombre que, para desatascar la crisis creciente con la que se enfrentaba el Sistema imperante, ideaba la «lógica de la desconexión». Compartí con él algunas horas de paseo por las Ramblas, alguna comida en un establecimiento frugal («Se come demasiado», me dijo) y, como quien dice, lo crucifiqué a preguntas porque, teniéndolo tan cerca, no se trataba de dejarle escapar. Hacía falta que nos diera pistas para nuestro combate a favor de una economía ecológica, que nos parecía que era la única que podía romper la fatalidad de la dependencia económica, el empobrecimiento humano y la agresión ecológica que suponía la espiral del crecimiento. Samir Amin no se hizo rogar y me fue monologando sobre estas cuestiones, una de las cuales, entre tantas, por ejemplo, el rally París-Dakar –justamente donde él vivía y trabajaba–, que me definió como algo «absolutamente grotesco y escandaloso, hecho para que unos señores luzcan la figura pasando por unas regiones que ellos mismos han contribuido a depauperar». Escuchando estas palabras, Rambla abajo, empecé a abrir las orejas como pámpulos de viña, y así me fue quitando el entramado del «por qué de todo» cuando le preguntaba si los conceptos de desarrollo o intercambio desigual y de centro y periferia seguían teniendo sentido en ese momento. Con una paciencia de padre eremita del desierto, y haciéndome ver que las cosas podían ir por largo, me decía: Estos conceptos no corresponden a una situación coyuntural, sino a una situación estructural de la expansión capitalista. Sin embargo, hay que decir que las formas y funciones de las periferias, en el sistema capitalista mundial, no son estables, sino que continuamente se transforman. Con estas transformaciones, las periferias ven la expansión como el hecho necesario para que un país en vías de desarrollo pueda pasar a ser desarrollado, es decir, plenamente integrado. Tanto el análisis burgués como el marxista han subestimado el carácter inmanente de la polarización en la expansión capitalista, y esto es una visión ideológica que subestima la inserción en el sistema mundial. Le pregunté entonces si economistas como él mismo y otros como Gunder Frank, Arrighi Emmanuel, Theotonio Dos Santos, Celso Furtado o Raul Prebisch, formaban la escuela de respuesta a las tesis dominantes.

EL CAPITALISMO, UNA UNIDAD ORGÁNICA

El punto común –me dijo– es que tenemos una concepción del sistema capitalista mundial basada en que no es una superposición de sistemas más o menos avanzados o retrasados, sino que es una unidad orgánica, de la que centro y periferia son la cara y la cruz de una misma moneda. Con esto queremos destacar el carácter inmanente del capitalismo desde su origen, profundizado por formas renovadas de dominación. Me considero marxista, porque su método es todavía el único instrumento científico de análisis de las sociedades modernas. Le pregunté también si su concepto de «socialización de la producción» equivalía a una tercera vía entre el capitalismo liberal (con el apoyo del Estado) y el comunismo de Estado. Esta tesis –me señaló– corresponde a un texto de 1974, cuando nadie creía en la crisis duradera. Trece años después, la impresión es que mis tesis son las menos malas, ya que el Cuarto Mundo es la concreción bastante aproximada de lo que decíamos en 1974, cuando todo el mundo se reía. Yo la creo necesaria objetivamente, la tercera vía. Es una posibilidad real y una probabilidad de que aumentará, pero se necesitan ciertos intentos para un triunfo, porque si no es así, el desarrollo seguirá siendo desigual. Me habló del Cuarto Mundo y le pregunté qué sentía él cuando, desde Occidente, hablábamos de Tercer Mundo, así, tan genéricamente. La moda, actualmente –me dijo–, es que el Tercer Mundo ya no existe. La periferia, que nunca ha sido homogénea, se define negativamente por la no cristalización del Estado nacional burgués. Ha habido diferentes modelos de periferia, pero las características negativas del sistema de producción capitalista se han dejado sentir con mayor o menor intensidad en todas partes. Se habla del socialismo realmente existente para criticar sus fallas, y yo estoy de acuerdo con esta crítica, pero también hace falta hablar del capitalismo realmente existente, que no es democracia y Estado-providencia, sino, también, hambre, dictaduras, deuda externa y destrucción ambiental.

EL ANÁLISIS ECOLOGISTA

Esta última referencia y la relativa a 1974, con la crisis que se desató, me permitió preguntarle si los hechos planteaban la necesidad de concebir la producción de otra forma. Evidentemente –me contestó. El análisis ecológico nos ha hecho redescubrir, quizás demasiado tarde, cosas importantes, a saber: que una parte de este crecimiento prodigioso ha sido obtenido a expensas de la base natural de la riqueza. Sin embargo, no es algo nuevo porque el hambre en África es el resultado de un proceso acumulativo muy antiguo que ha saqueado la tierra, impidiendo la reproducción de las bases naturales del futuro alimentario. Con esto se demuestra que el sistema capitalista es un sistema social que funciona a muy corto plazo. Quizás era el momento en que me hablara del papel de la tecnología en la articulación de este Sistema, y, tan tranquilamente, como si barqueara sobre el Nilo en franca conversación, me dijo:Es necesario desconfiar del papel mesiánico otorgado a la tecnología, porque es un producto social y no sólo un producto científico abstraído de la realidad de la sociedad. Aunque el coste de la transferencia fuese nulo, las tecnologías de los centros imperialistas no permitirían resolver los problemas de subdesarrollo de la periferia. Yo había oído hablar del «desarrollo del subdesarrollo» y le pregunté si era una expresión concreta de un hecho real o ganas de marear la perdiz que nos emborracha de excesivo verbalismo. Ésta es una expresión algo polémica –sentenció–, que inventó Gunder Frank, y que me pareció interesante. Su tesis es demostrable en muchos países, donde las ilusiones del milagro de la industrialización y del crecimiento, como en Brasil, han agravado el abismo interno, ya que se han hecho a expensas de la pauperización del 40% de los sectores campesinos y urbanos. La pérdida de la autonomía interior, por tanto, muestra la fragilidad del desarrollo semi periférico. A diferencia de los centros, formados por Estados nacionales burgueses que controlan la acumulación interna y someten las relaciones exteriores a la lógica expansionista del sistema mundial, las periferias no controlan estos mecanismos de acumulación y proceden por reajuste. La conclusión política que hago es que la puesta en cuestión del capitalismo es un proceso largo y complejo, al final del cual –y para abrir un nuevo margen a la producción no capitalista– el único camino es la desconexión, que rechaza el sometimiento a la lógica de la expansión del capital. Llegados a este punto –y para desengrasar– le propuse a Samir Amin «desconectar» un poco (por ejemplo, ir a comer y comentar las variedades de la noche anterior en El Molino), para que, sobre todo, mi actividad neuronal tuviera tiempo de reponer y sedimentar el caudal de información de la que había sido objeto. Así lo hicimos, ya la hora de comentar frivolidades comprobé que su perspicacia observadora también era notable, más aún cuando me manifestó que, deteniéndose en los muslos y piernas de Tania Doris, la supervedette valenciana, nunca había visto tan largas en el curso de su peregrinación mundial. Me gustó que valorara en estos términos de producción cárnica nuestra aportación, la de estas tierras, al Producto Interior Bruto de la belleza mundial. Hicimos un poco de jolgorio y, después de tragar unas escuálidas escarolas con alguna materia un poco más consistente, terminamos nuestro diálogo mientras le acompañaba al hotel, donde quería descansar un poco antes de pronunciar la conferencia anunciada por los Hombres y Mujeres de Izquierda, que querían encontrarlo fresco como una rosa del desierto.

HACIA EL POST CAPITALISMO ESPAÑOL

Pero antes de dejarle descansar, y para que todos quedáramos bien descansados, le pedí –pues iba a hablar a un auditorio de izquierdas que se suponía identificado con el socialismo– si era «socialismo» lo que teníamos en ese Estado español de 1987, gobernado por el PSOE de Felipe González. Textualmente, y sin demasiadas contemplaciones, me dijo rápidamente: Difícilmente. Es necesario otro contenido del desarrollo interno, de otras relaciones este-oeste y norte-sur, que son tres pilares ligados por una perspectiva de desconexión. De momento, no se va hacia la rápida construcción del socialismo, sino hacia el post capitalismo. España, pues, no pertenece a la periferia, sino al sistema capitalista central, desde los tiempos del mercantilismo, al menos. Un par de años más tarde, en abril de 1989, también desde el Avui, en una conversación que tuvo –en esta ocasión con Francesc Canals–, Samir Amin era aún más claro: Es necesario que el Tercer Mundo desconecte de los países ricos, es decir, que rompa los lazos económicos con el mundo desarrollado con el fin de establecer un desarrollo en base a las distintas regiones del planeta. Calificaba la «globalización» económica, tal y como se ha ido forjando, como una utopía reaccionaria y peligrosa que acentuará respuestas irracionales; y, ante la falta de sensibilidad de la política por la cuestión social, reclamaba un diálogo permanente de la izquierda a nivel mundial, entre las tres izquierdas, la del Sur, la del Oeste y la del Este, que también existe. Más de veinte años después de esa conversación, pienso que Samir Amin acertaba de lleno: ese «post capitalismo», con la acentuación de respuestas irracionales, se parece cada vez más a un pre canibalismo en el que todo, la vida y la muerte, es despojado de su valor personal, social y ecológico, para transformarse en una mercancía globalmente inservible que inunda, con enormes costes, el mercado mundial.

Xavier García Pujades, Periodista, escritor y socio de MIESES Global