II Foro Internacional. Delta del Ebro (29-30/9) y BCN (2/10/17)

Hablar de Excelencia, Salud Empresarial y Sostenibilidad, elementos que se van a conjugar en este Foro, es hablar del futuro del trabajo. Hoy por hoy, el trabajo, más allá de la concepción del Libro del Génesis[i] y teniendo en cuenta la Declaración de los Derechos Universales [ii], sigue siendo el verdadero motor de la sociedad. En el trabajo confluyen una serie de valores y creencias que los individuos y las organizaciones desarrollan como guía de sus comportamientos. Pero el trabajo está sujeto a un entorno y a una sociedad en permanente evolución. La globalización y los avances tecnológicos aceleran el cambio generando controversias entre las mejoras reales generadas en la vida de las personas, que son muchas, y los daños que puedan ocasionarse en determinados colectivos de la sociedad. La última crisis económica, que ha acentuado la desigualdad y la precariedad en el trabajo, y que parecieran consolidarse, pone en evidencia que el modelo de crecimiento seguido no es el acertado y por tanto, habrá que reinventarlo con nuevos planteamientos de gobiernos, de organizaciones y de las propias personas para poder asegurar en el futuro un trabajo de calidad.

Han sido enormes las transformaciones del trabajo. Derivan a grandes rasgos del paso del trabajo manual con simples herramientas individuales (artesanado), a las implicaciones sociales de las relaciones laborales con herramientas colectivizadas (técnica y tecnología), y el trabajo industrial supeditado a instalaciones mecanizadas (maquinismo), para más tarde incorporar al trabajo los ordenadores (sociedad de la información y del conocimiento,) en donde el trabajo intelectual va adquiriendo creciente importancia. Se están abriendo nuevos horizontes con las implicaciones de las nuevas tecnologías, como la conectividad, el big data, la informática de las cosas, la robótica, la nanotecnología, etc., abocados a vivir en una sociedad qua cabalga a gran velocidad pero llena de riesgos e incertidumbres en el trabajo. Este se hace inestable, obligando a una formación permanente para poder seguir ocupando un lugar en él, pero al mismo tiempo, seguimos necesitados de un Estado que vele por generar un trabajo digno para todos, algo que la economía de mercado por ella misma no puede asegurar.

Centrados en el amplio y complejo concepto de «mundo del trabajo», y entendiendo que éste abarca todas las formas de actividad, hemos de situarnos ante el concepto mismo de «empresa» como esfuerzo colectivo generador de riqueza y ante el trabajo, como elemento central en la construcción de nuestra identidad [iii], independientemente de nuestras limitaciones o discapacidades, género, etnia y edad. Todos debemos y podemos aportar nuestro talento a las organizaciones para generar valor, al mismo tiempo que crecer y desarrollarnos como personas. Las dinámicas que se establecen desde la solidaridad, la generosidad y la gratitud nos llevan a la inclusión para favorecer la multiculturalidad y la riqueza de la diversidad, variables que definen el equilibrio de cualquier sistema orgánico o animal. Así, la empatía y el principio de Igualdad deberían guiar nuestras vidas como “personas”, dentro y fuera del trabajo.

La ética es hoy uno de los valores empresariales esenciales que se impone en las organizaciones por la presión de ciudadanos y consumidores. Ya el papa Francisco, manifestó en su momento, que el trabajo es capaz de aportar al individuo dignidad [iv]. Existen muchas acepciones del trabajo, y algunas de ellas se vinculan al valor añadido que genera y a la necesaria amabilidad que lo dignifica, gratificando las relaciones. Ello tiene también que ver con la innovación y el desarrollo, o la correspondencia entre lo que podemos dar y recibir del mismo, más allá de un salario. Las organizaciones sin ánimo de lucro, a través de programas de voluntariado, y las empresas de economía social, ambas con un peso creciente en la sociedad, se organizan para cubrir necesidades esenciales. Pero del mismo modo, contribuyen a ello las demás organizaciones desde programas efectivos de responsabilidad social.

Podemos pues, otorgar al trabajo un papel dinamizador capaz de generar nuevas formas de actividad y de empresas para dar respuesta a todo tipo de necesidades, pero también, de un papel transformador de la sociedad por su capacidad de reorganizar el sistema ante los desequilibrios generados. Debiera así desarrollarse un modelo empresarial productivo /proactivo que persiga el bien común, que la sociedad ha de premiar. En otras palabras; a no buscar el beneficio de unos pocos a costa de otros muchos, sino el beneficio de todas las partes, respetando los derechos esenciales, relacionados éstos con la persona, la cultura, la sociedad y el medio ambiente.

Emplazamos entonces al mundo empresarial ante un nuevo paradigma cuya apuesta está en “humanizar” las organizaciones, sean grandes compañías o pequeñas. Las primeras debieran asumir mayores responsabilidades en apoyo de las empresas de economía social y de las pymes, interactuando entre sí para el bien de la sociedad. Se trata de una nueva cultura empresarial capaz de generar lugares de trabajo saludables en el que mandos y trabajadores participen activamente en la mejora continua en todos los ámbitos, protegiendo y promoviendo salud, seguridad y bienestar de todos los miembros de la organización, de sus familias y de la comunidad, así como la propia sostenibilidad de la organización. Tengamos en cuenta que la primera responsabilidad social de las empresas es sobrevivir con dignidad. Aventuramos el desarrollo de espacios de trabajo, que conecten la optimización del capital humano, social y psicológico, y la maximización de la estrategia de negocio en la búsqueda de eficiencia; de organizaciones y/o empresas capaces de atraer, desarrollar y retener el talento, logrando la implicación de su equipo humano; y a la vez, de tener éxito en la generación de valor y en la reducción de costes, normalmente cuantiosos por ineficiencias, inoperancias o negligencias. O sea, para construir empresas competitivas en la senda de la excelencia. Se trata de salir vencedores en la batalla por humanizar los procesos internos y externos de las organizaciones, en tanto que este es el futuro que queremos para las nuevas y venideras generaciones.

Habrá que cambiar muchas cosas en coherencia con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de Naciones Unidas para el 2030[v]. Uno de ellos; humanizar el trabajo.

[i] Libro del Génesis 3:19 “Te ganarás el pan con el sudor de tu frente, hasta que vuelvas a la misma tierra de la cual fuiste sacado”.

[ii] La Declaración Universal de Derechos Humanos (art. 23) “Toda persona tiene derecho al trabajo, a la libre elección de su trabajo, a condiciones equitativas y satisfactorias de trabajo y a la protección contra el desempleo”.

[iii] Dejours, C. (2009) El trabajo es un elemento central en la construcción de nuestra identidad. Y la identidad es el armazón de nuestra salud mental, así que el trabajo no tiene una posición neutral: o favorece nuestra salud o la perjudica”.

[iv] San Pedro (Ciudad de Vaticano, Italia), que esta semana coincidió con el Día del Trabajo (el 1 de mayo), el cabeza de la Iglesia católica, ante miles de sus seguidores, ha calificado a la sociedad actual de injusta, pues en su seno no todos tienen la posibilidad de encontrar trabajo. La dignidad, según el papa, no es la que da el poder, ni el dinero y ni la cultura. “La dignidad nos la da el trabajo y un trabajo digno”.

[v] http://www.un.org/sustainabledevelopment/es/

 

Susanna Rubiol Vilalta
Enginyers. Cat – Miesesglobal.org
susanarv0@blanquerna.url.edu (Facultat de Psicologia, Ciències de l’Educació i de l’Esport Blanquerna-Universitat Ramon Llull)